Nota: para terminar la publicación del Diario de Gabriel, incluiremos tres pdf en estas dos últimas entregas.
DIARIO DE GABRIEL. EPÍLOGO.
Finalizado el Diario que durante la guerra escribió Gabriel, su familia, considerando que su publicación puede tener interés para la “recuperación de la memoria histórica” de aquellos hechos que vivió de primera mano, nos ha facilitado para completarlo y dar a conocer mejor el motivo que le llevó a escribirlo, así como su retrato familiar, la dedicatoria que encabeza el primer cuaderno manuscrito, el prólogo, el epílogo que escribió pasados los años, en la navidad de 1970, así como las fotografías familiares que incluimos. Rubén Las Hayas Núñez.
- Dedicatoria manuscrita del diario a Aurelia y Aurora
- Prólogo del “Diario de Guerra”, escrito por Gabriel.
- Epílogo del “Diario de Guerra”, escrito por Gabriel en 1.970.
- Fotografías antiguas y recuerdos de la familia Lashayas-Núñez
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1 – DEDICATORIA A AURELIA Y AURORA
Transcripción: A ti, adorada Aurelia, y a ti, mi querida hija, dedico estas páginas de trágicos recuerdos vividos desde el 18 de julio de 1936. Algún día repasaré todo lo que mi memoria vaya dictando a mi pluma, que será un recuerdo al pasado en honor al amor que siento por vosotras. Gabriel.
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2 – PRÓLOGO QUE REDACTÓ GABRIEL PARA SU “DIARIO DE GUERRA”.
Corrían los primeros días del mes de julio. Era feliz pensando en la infinidad de domingos que, a vuestro lado, dejándome besar por la fina brisa del mar, estaba a punto de pasar. El rudo trabajo no me hacía mella porque estaba respaldado por vuestro cariño, que no me dejaba pensar en otra cosa que en corresponderlo. Pero llegó el 18 de julio. Se empezó a hablar de guerra civil con intervención extranjera. Se pararon los motores de la fábrica por tres días. Yo no quería enterarme de la inmensidad de la tragedia y seguía aprovechando el tiempo en recopilar auxilios económicos para nuestro hogar.
Así pasaron tres meses. En el pueblo empezaban a vestir luto algunas madres que habían perdido sus hijos en los frentes. Ya la risa juvenil no se oía. Las calles estaban siempre desiertas. Las conversaciones sólo eran origen de la guerra, y tú, Aurelia, empezaste a sentir el dolor de mi ausencia. Eran muchos los que ya habían empuñado el fusil. Recuerdo el trabajo que me costaba disiparte la atormentadora idea de tu pensamiento. Pero seguían pasando días. Se avecinaba el invierno. La fábrica no recibía materias primas. El jornal estaba a punto de faltar.
Y llegó lo que tenía que llegar.
Un domingo, ya muy lejano, salía a recibir aire puro para los pulmones que se asfixiaban entre las cuatro paredes. Unos amigos, que también paseaban, se unieron a mí en El Casal. Se habló nuevamente de la lucha. Y uno de ellos, Ramón, me dijo que también yo podría ayudar, aunque fuese de barbero. Él bajaría al S.R.I. y vería de colocarme.
Regresé a vuestro lado. Entre halagadoras caricias, con miedo, te hablé de lo comentado. Recuerdo verte entristecer. Y desde entonces los días empezaron a marchitarte. Y luego el aviso del amigo que quería ayudarme, de que me presentase en Bilbao.
Y aquí, empiezan mis memorias.
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3 – EPÍLOGO DE GABRIEL A SU “DIARIO DE GUERRA”
Han transcurrido treinta y dos años desde que la pluma dejó de transmitir los recuerdos más salientes de los años de contienda entre españoles y algunos suicidas extranjeros. En el viejo convento de San Pedro de Cardeña, rejuvenecido por el esfuerzo callado, pero con la esperanza puesta en la venganza de los miles de vencidos que pasaron por él, no era agradable trabajar en la reconstrucción, aunque se tenía otros privilegios.
Hoy quiero dedicar un recuerdo a los días que precedieron a mi liberación, y con esta mirada al pasado, completar un pequeño inventario, pues me voy a sentir muy orgulloso de que las cuartillas amarillentas, envejecidas por los años, vayan a reposar junto a estas y darlas por compañeras a los de otros grandes pensadores que Rubén tiene en su biblioteca.
Los últimos días antes de mi liberación, ya no había ni tiempo ni cosas que dejar anotadas. Pero hoy quiero dejar sentado que, para los que no habéis sido testigos ni actores, no os podéis hacer una idea de lo que representa una guerra civil.
Yo no es que tampoco aporte nada de particular. Actos y cosas secundarias y algunas que de haberlas detallado son las que hacen incurables las heridas de una contienda así.
Comentando con el capellán de San Pedro de Cardeña sobre los años pasados sin ninguna culpa, me decía: “tenga en cuenta que en algún sitio tenía que haber estado, ya que no es adicto al Régimen”.
Si bien la guerra terminó el 1 de abril de 1939, yo recibí la libertad el 26 de abril.
Un grupo, no sé de cuántos, atravesamos los caminos hacia la capital burgalesa y a las seis de la tarde pasaba por delante de la casa de la abuela en Ortuella. No descendí del auto por desconocer que la madre y Aurori estaban allí, pero como las vecinas me vieron se lo dijeron y seguidamente se pusieron en camino para podernos abrazar en casa.
Los primeros meses en Gallarta, acepté las órdenes que recibí del jefe de Falange, un tal Sabando, encargado de las minas Concha II y muy encontrado con los mineros desde hace años. Cumpliré mejor con “los camisas viejas”, le dije, porque a mí el temor me hará cumplir lo que las autoridades dispongan.
Y así, un día tuve la ocurrencia de ir al bar La Terraza, como si dijéremos al Hotel Portugalete, con un clavel rojo en la solapa. Otro día, pintar las puertas y las ventanas de rojo y verde y las cortinas blancas. Nueva visita al cuartel de la Guardia Civil para responder de tal acto, que de no ser porque era de Soria, me hubiera costado un disgusto.
Otra hazaña de los degenerados de la sociedad, fue una denuncia que tuve en Bilbao. Esto solo fue el pretexto del indeseable Ledesma, que ostentaba el cargo de Jefe de Municipales, para llevarme a los locales de la Falange en Bilbao, decir él que todo estaba resuelto y una comida pagada.
Nada de extraño tenía que el pueblo pareciese desierto. No nos juntábamos los vencidos por el temor, pero, así y todo, las vejaciones estaban al alcance de cualquier mocoso que arrastrase un trapo en son de bandera o dando los gritos de ritual del Movimiento, para que nos colocásemos en posición de firmes y con el brazo en alto.
Reorganicé mi vida. La promesa de tantas cartas se empezaba a cumplir. No olvidaba el pasado, porque olvidar no es fácil, pero sí dejaba de lleno a un lado lo pasado. Lo primero fue hacer felices a los dos seres que envejecían más que por los años por los sufrimientos, y así serlo yo.
El 9 de mayo de 1941, transcurridos dos años y quince días desde que, en San Pedro de Cardeña, recibía la ansiada libertad, venía a hacernos más felices, y lo éramos mucho, el ansiado muñeco promesa de un día a la pequeña Aurori. Ya con anterioridad, había dejado comprometido en los establecimientos de la calle Buenos Aires en Bilbao, Crédito Loinaz, el coche para el muñeco, y así quedaba cumplida la promesa de muñeco y coche.
El bautizo de Rubén se celebró el 25 de mayo en un ambiente político. De padrino, Basilio Díez, por los comunistas. Madrina, Antonia Orue, que soñaba con ser Gobernadora de Vizcaya en un futuro Gobierno de Euzkadi. Invitados varios más, pero ninguno de la Falange.
Como ya había pasado bastante tiempo y en la guerra entre Alemania y los aliados no se veía la victoria tan fácil y menos para los que estábamos en deuda con ellos, por más que los primeros meses habían sido arrolladores para el nazismo, estábamos perdiendo el miedo. Además, el día 24, víspera de este acto que celebramos, en réplica al hundimiento de un acorazado inglés, estos volcando su fuerza, acosaron y hundieron el Bismarck, la mejor pieza de los alemanes.
Este acontecimiento y otros que eran medio bulos y medio exactos, eran, como digo, ocasión para ir perdiendo el miedo, pues estábamos convencidos que con la derrota alemana estaba la derrota del régimen que nos oprimía.
El año 41 quedó en la Historia como el año del hambre. Nosotros éramos todavía mimados por la suerte y no faltaba quien nos vendía lo que a ellos les hacía falta para mejor subsistir.
El coche con el muñeco lo paseábamos bien hasta El Casal, bien hasta Ortuella donde la abuela. No recuerdo los que pasearían por el pueblo, pero eran muy pocos. Esta satisfacción dejaba compensado el sacrificio que llevamos durante la semana.
Cuando ya la tormenta del hambre empezó a disiparse, todavía quedaban en casa titos para regalar, y eso que cada vez me gustaban más.
El 14 de abril de 1945, también es una fecha que forma parte de la Historia. Por un lado, hacía 14 años que se había implantado la República y vivimos días de triunfo, al ver un nuevo Régimen con el que soñábamos un mayor bienestar. Por otro lado, este día 14, a las diez de la noche, veía la luz por primera vez Arturo que completaría la familia. Era una completa felicidad. Seguíamos todavía con racionamiento, pero yo para este caso ya había previsto varias botellas de vino generoso que algunos clientes me habían ido reservando. Lo que no había preparado era champán, que fue necesario ir a buscar como medicina para la madre, ya que un derrame estuvo a punto de segarle la vida. Esto fue un punto de recuperación.
Y termino, brindando en estas navidades de 1970, porque no tengáis que vivir ninguna guerra y menos como la que recuerdan estas memorias cuyas heridas no se cicatrizan nunca.
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4 – FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS Y RECUERDOS DE LA FAMILIA LASHAYAS-NÚÑEZ
Los padres de Gabriel, Esteban Lashayas y Catalina Martínez, con todos sus hijos: Raimundo, Hilario, Gabriel, Juan Eugenio, Isidoro y María. 1.913 / 15 aproximadamente.
Aurelia y Gabriel antes de casarse
Pedro Núñez, padre de Aurelia Núñez. Fue concejal comunista en el Ayuntamiento de Ortuella y muy querido y recordado por todos. Tras su salida de la cárcel sufrió una agresión por su significación de comunista declarado, y en el hospital, por falta de atención, murió desangrado. Tanto su hija Aurelia, como Gabriel guardaron siempre un total mutismo sobre el tema, sin que los hijos hayan sabido nunca a ciencia cierta cómo murió. En el epilogo Gabriel escribe que estos actos de haberlos detallado son los que hacen incurables las heridas de una contienda así. Rubén Las Hayas.
Gabriel y María Lashayas Martínez
Aurelia Núñez y Aurora Lashayas Núñez . 1934/1935
Aurelia y Aurori, con la madre y los hermanos de Aurelia. En el centro, Aurori. A la izquierda, la madre de Aurelia, Adelaida Tolín. A la derecha, Aurelia. Arriba, los hermanos de Aurelia: Ginés, Pedro e Ignacio. 1937 / 1938
Gabriel y Aurelia con Aurorita y Rubén. 1942/1943.
Gabriel, Aurelia, Rubén y Aurorita en una romería, en Gallarta, 1944/1945
Gabriel con Rubén. 1.943Gabriel Lashayas, Años 50
RECUERDOS DE GABRIEL LASHAYAS Y PEDRO NÚÑEZ
Portarretratos de madera, tallado a mano con una navajita, que hizo Gabriel en el campo de concentración de prisioneros de San Pedro de Cardeña, Burgos, en 1939.
Anillo en el que Gabriel insertó la fotografía de Aurelia.Pulsera que hizo Pedro Núñez para su nietita Aurora.
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ENTREVISTA A GABRIEL LASHAYAS MARTÍNEZ. Publicada en Salgai, el 4 de mayo de 1.992